Cada domingo por la mañana alrededor de las nueve oía el mismo golpe en mi puerta. Oía sus voces susurrando entre sí. La primera vez que ocurrió me pregunté ¿quién diablos está llamando tan temprano? Cuando abrí la puerta resultó ser un grupo de Testigos de Jehová que estaban haciendo sus rondas. Simplemente les dije que no me interesaba aquello y cerré la puerta. A la semana siguiente otra vez lo mismo. El tercer fin de semana me había ido a la cama tarde y estaba de mal humor, así que simplemente ignoré los golpes en la puerta. La vida siguió su curso cuando un fin de semana, un hombre que me tenía loco se había quedado a dormir en mi apartamento y estábamos disfrutando de un café en la mañana el domingo.
Los golpes en la puerta comenzaron como de costumbre y yo estaba echando espuma por la boca, maldiciendo a su Dios, a su Iglesia y a todo lo que tenía que ver con los Testigos de Jehová. Mi hombre se repantigó alegremente, sin molestarse en lo absoluto. Me miró y me preguntó si quería que se encargase del asunto. Cansado de la misma letanía, le contesté que sí. Bajó las escaleras y sin pensarlo dos veces, abrió la puerta de par en par totalmente desnudo. En la puerta había dos hombres, listos para lanzar sus discursos programados. Se quedaron completamente escandalizados por lo que tenían frente a ellos: un hombre totalmente desnudo acariciándose el pene.
Enrojecieron, se excusaron y se marcharon. Mi hombre se paró en la puerta sin la menor preocupación por el resto del mundo. Uno de los testigos de Jehová se volvió a mirar, y mi hombre entrecerró los ojos dirigiéndole un guiño malicioso. Luego cerró la puerta muerto de la risa. Yo estaba en shock, pero aliviado porque estaba seguro de que no iban a volver y de que les dirían a los demás que tampoco vinieran.
Unas semanas más tarde estaba haciendo café en completa soledad. El exhibicionista y yo duramos menos de cinco días juntos. Me llamó un día y simplemente me dijo que el amor no había florecido entre nosotros. Así terminó todo. Volví a mis libros, a la saga sin fin con el Poeta que parecía durar una eternidad. Pero esa mañana en particular esperaba la preparación del café de pie junto a la ventana mientras miraba los pájaros en los árboles, cuando escuché un solo golpe en la puerta. Me dije que no era una llamada habitual, por lo que me puse algo de ropa. Cuando abrí la puerta, allí estaba él… el chico que se había dado vuelta para mirar a mi hombre desnudo.
Parecía muy nervioso; estaba temblando como una hoja de lechuga. Yo me dirigí a él de una manera muy directa, preguntándole qué quería. Me tendió la mano y me dijo:
—Me llamo Leonardo, un placer conocerte.
Yo no le di mi nombre; simplemente estreché su mano sudorosa pero fuerte, y lo invité a entrar. Una vez dentro se sorprendió de lo que lo rodeaba y empezó a comentar sobre lo bonito de esto y lo bonito de más allá. Me senté en el sofá, mirándolo. Le ofrecí café, pero me contestó que no lo bebía. Sentado tranquilamente en un lado del sofá, esperaba que él hiciera el siguiente movimiento y seguí mirándolo de forma persistente.
Deben haber transcurrido más de veinte minutos, pero finalmente se sentó a mi lado y sin decir una palabra me tocó la cara. Empezó a acariciarme con las manos, tocó mis labios, me abrió la boca e insertó sus dedos. Yo estaba fuera de mí. ¿Quién me creería si le contase esta historia?
Habló y cuando lo hizo fue con una voz suave que había perdido un poco de la aspereza, un poco del nerviosismo que tenía antes.
—Quiero estar en la cama contigo, sólo estar juntos, abrazados, nada más. ¿Podemos? —preguntó.
Me levanté, lo tomé de la mano y subimos las escaleras hacia la cama sin hacer. Se quitó los zapatos y se acostó bajo las sábanas conmigo. Nos abrazamos sin decir una palabra. Me quedé dormido y cuando me desperté se había ido. A mi lado había dejado un pedazo de papel donde había escrito con una letra desordenada:
Para el extraño que hoy me dio medicina para seguir viviendo. Gracias.
No fui capaz de hacer nada más durante el resto del día. Me quedé en la cama hasta tarde, solo tomé una ducha y comí algo. Sostuve aquel pedazo de papel arrugado durante todo el día mientras deseaba haber podido decirle que él, a su vez, me había dado una dosis masiva de ESPERANZA.
***
(Cuento de Room at the top, de Manuel A. Lopez, Manny)
Edición en español, cortesía de Teresa Dovalpage
Eriginal Books lo invita cordialmente a la presentación del libro de cuentos
Room at the Top
de
Manuel A. Lopez (Manny)
Jueves, 25 de julio, a las 8pm
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265 Aragon Ave
Coral Gables, Fl 33134
(305) 442-4408
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